Puertos
de Cantabria.
Texto: Julián Andrés
Fotografía: César Cobo
Los puertos cántabros de la comarca del Asón y los valles pasiegos son, sin duda, auténticas gemas para muchos de los que gustan de ascender puertos de montaña en bicicleta.
Puertos largos, constantes y sin llegar a ser excesivamente exigentes en cuanto a pendiente, si que nos piden buena forma física para encadenarlos sin sufrir en demasía. A cambio son puertos que, en general y salvo alguna excepción, nos dejan respirar para poder disfrutar de un entorno aún salvaje y de una cultura local en la que parece que el tiempo se ha detenido.
Leche, sobaos y mantequilla, los típicos productos cántabros de esta zona, serán buen combustible para atravesar estos colosos del asfalto. Con los Picos de Europa como telón de fondo, estos valles y sus carreteras descansan en diferentes tonalidades cromáticas dependiendo de la estación del año en la que los abordemos, proporcionando al ciclista una experiencia que no olvidará en mucho tiempo. Si bien es cierto que el verde intenso y los colores tierra, son los que siempre destacan por encima de los demás.
Con los Picos de Europa como telón de fondo.
Sin nada que envidiar a zonas de más renombre, en norte y grava estamos más que convencidos de la clase mundial que atesoran estos pasos de montaña asfaltados y cada vez que podemos nos escapamos a rodar por ellos con nuestras bicicletas de gravel, perfectas para el rugoso asfalto cántabro.
Algunas de estas ascensiones son casi “una experiencia religiosa”, como por ejemplo el paso de Lunada, uno de nuestros favoritos. Una experiencia inmersiva la cual estamos seguros que no te dejará indiferente, pero lo mejor es que lo compruebes por ti mismo, pues todas estas gemas ocultas te están esperando para que ruedes por ellas.